Wednesday, April 13, 2005

Un canario en una mina

Esperamos de nosotros mismos mucho. Igualmente los que nos rodean. Deseamos que cambie el clima, que se pasen las horas, que sea ya la salida. En ese aguardar por otra cosa no estamos viviendo lo que el momento nos presenta. Cierto, no todas las situaciones son agradables, quisieramos la vida fuera un largo momento feliz intermitente, pero los momentos difíciles son inevitables. Es parte de la vida, supongo, vivir unos y los otros. Quedarse con lo que venga. La tendencia es salir corriendo y esconder la mirada con las manos. Evadirse. Al final todo es impermanente, todo pasa, lo que nos agrada y lo que no. Aferrarnos a una situación es lo que nos cansa. Cuando te agarras de algo, te congelas, te quedas estancado. Todo sigue cambiando y tú en tu museo personal. Espero a que la rueda gire. Espero sin reloj en mano, dejando que lo que hace falta llegue, no empujando las situaciones, a veces arriba, a veces abajo.

Monday, March 21, 2005

La difícil adolescencia de Pancho Pantera

Fue durante toda su infancia Pancho; un buen niño. Se tomaba su chocomil 5 veces al día, era buen hijo, siempre obedecía. Pero al llegar a los 13 su físico y su forma de pensar empezaron a cambiar. Ya no era un niño. Su voz enronquecía, su cara se llenaba de barritos, no se ejercitaba más que en videojuegos durante largas horas. También descubrió a Nietzche. Un día se presentó en la dirección de la compañía de alimentos la cual le expedía un cheque cada mes por conceptos de imágen. Les dijo -miren, ya estoy hasta la madre, Pancho es un personaje unidimensional al cual su I.Q. le da sólo para mostrar sus bíceps, creo que los niños merecen una visión más amplia-. A lo cual el director y sus asociados abrieron grandes los ojos. Conspiraron para sacarlo de la empresa. De todas maneras, ya no era creíble, ya no cabía en las playeras de niño y seguro podrían hacer otra imágen más moderna y que diera menos lata. Pancho hizo un plantón frente a la planta. Gente que lo apoyaba salió de todas partes. La compañía le puso tantas presiones que tuvo que seguir haciéndo comerciales. A uno llegó un día con un tatuaje en el brazo izquierdo, que al doblar el brazo para mostrar sus bíceps, saltaba y se hinchaba. El tatuaje era un enorme Conejito Quik. La gente en el foro detuvo la filmación, se llamaron a representantes y abogados. Pancho clamaba por la unión pacífica de opuestos. Fue despedido. Pancho se dedicó en un principio a vivir una vida loca. Se desvelaba y formó una banda de rock que tuvo considerable éxito con el sencillo -quiero mi chocomil-. Salió en una película independiente y escribía un guión que él dirigiría; sobre su vida. El teléfono sonó y del otro lado de Pancho se encontraban los hombres de negocios ofreciéndole un nuevo plan. Al parecer la nueva imágen no había funcionado como esperaban y la gente reclamaba de nuevo en las latas de chocolate en polvo a su héroe. Pancho P. se hizo del rogar pero al final firmó un contrato justo que lo haría regresar y le daría libertad para ser el personaje que el quería ser.

Reflexiones inútiles

El mundo de las comunicaciones sucede paralelamente a nuestra vida cotidiana. Y no es que no existamos en uno y dejémos de existir en el otro. Pongamos el ejemplo de un hombre hablando por su celular mientras va conduciendo. Si se le acaba la llamada eso sucede en el universo comunicacional, si choca contra un carrito de hot dogs, eso sucede en el universo físico. Hace unos días tenía una cita para platicar por messenger al mismo tiempo que debía ir a la farmacia por una medicina para un amigo. Se podría decir que ya tenía un compromiso con la persona para encontrarnos en el cyberespacio pero lo que sucedía en mi mismo espacio era de momento más urgente. Estaba ahí, más allá del mundo de conceptos en el que a veces se convierte la comunicación. El ser que escribe junto a tí en el café internet, respira y tiene problemas como tú, está a tu lado y nunca le conocerás a pesar de que los dos estén hablando con alguien que se encuentra a kilómetros de distancia. Fíjate en un cuarto lleno de gente que no se habla y todos miran sus monitores, da escalofrios.